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Los doce trabajos de Centre Terre

Publicado el 19-01-2017

¿Cómo resumir estos intensos días que han sido testigo de la descarga de los barcos? «Patagonia, el archipiélago del gulag»? ¿«Los trabajos forzados de los Cincuentas»? No exageramos en nada, la realidad habla por sí sola. Entre los veintiséis hemos transportado hasta el futuro campamento situado a treinta metros de altitud, a pulso y durante doce horas al día, lo siguiente: diez toneladas de materiales y herramientas para la futura cabaña; cinco de víveres y la cocina; cinco de material técnico y personal; otros cinco para nuestra flotilla de Bombard; dos de material cinematográfico (todavía tiene que llegar más); y dos de material de buceo...

Camp de base

Domingo 15 de enero

Hoy, nada de descanso dominical, ni de pago de horas extras, ni de tregua climática. En el Pacífico, el viento ruge a 52 nudos. Lloverá durante todo el día, obstinadamente, como suele ser el caso por estos lados. Paso a paso, la pendiente esponjosa y escarpada por la que nos movemos entre los barcos y el futuro campamento base se transforma en un terreno movedizo en el que los pies se van hundiendo en un barro líquido que, más que drenar, se alimenta de los riachuelos ocasionales que corren por la ladera para acabar vertiendo al mar el agua que descarga el cielo. Se instalan tres grandes carpas rusas con forro térmico de seis por tres metros: una es para la comida, otra para el material técnico y la tercera es para el equipo de rodaje. Los carpinteros preparan los pilares de las futuras plataformas para las carpas con gran dificultad, ya que aquí nada es plano y casi todo es esponjoso. A las 21h, finalmente volvemos a los barcos, calados hasta los huesos de pies a cabeza. Los marineros, compasivos, nos han preparado una reconstituyente sopa caliente, a la que le han echado todo lo que tenían a mano: erdura, pasta, pollo, patatas, sazonada con especias locales. ¡Mmmm, qué delicia! Exhaustos, caemos redondos en los catres para descansar, mientras la lluvia sigue repiqueteando en cubierta.

Tentes au camp de base

Lunes 16 de enero

Continúa lloviendo. El vendaval nocturno ha roto los agarres de la puerta de una de las tiendas rusas. Hay que moverla rápidamente a un lugar más resguardado, pero, antes, habrá que repararla... Natalia, con los dedos congelados, cose bajo la torrencial lluvia... Luego, hay que fabricar el rectángulo de suelo sobre el que reposará la carpa. Nivelamos, recortamos la loma de turba musgosa, encajamos los bloques que hemos extraído de la ladera con la ayuda de un chuzo, drenamos el agua que corre por todos lados cavando regatas con pico y pala. Más tarde se convertirá en la bodega de material, pero, por ahora, mientras estemos en «modo degradación» (tal y cómo Bernard describe alegremente nuestra más que precaria situación), hará las veces de cocina y comedor.

Otro equipo termina las tarimas para las carpas que se montarán en breve, a pesar del viento que sopla. Periodos de calma y de diluvios torrenciales se suceden. Entre el campamento y el borde costero se ha montado una tirolina con cable traccionada por un winche. El Rosita se desplaza hacia la base de la tirolina para que lo podamos descargar. Durante todo el día va subiendo carga pesada por este montaje: tablones enormes, bidones de material, elementos de todo tipo, sin olvidar la cocina. Las fundaciones de la cabaña no acaban de funcionar del todo, pero ya se sabe que el primer paso es el más complicado.

Montage base scientifique

Buena parte del equipo pasa la tarde vaciando la bodega del don Arturo. Está llena a rebosar de víveres... y los cartones... digamos que no han soportado bien los embates de la navegación, a pesar de que la puerta de la bodega estaba tapada cuidadosamente con una lona. Hay que reacomodarlo todo en petates de espéleo, seleccionando los limones y la verdura que empiezan a podrirse. Cada vez hay que levantar a pulso la carga y pasársela al compañero que tira desde arriba, sometiendo nuestras espaldas a una dura prueba. Pero los que están a cargo del winch no corren mejor suerte... Como no nos dará tiempo de subirlo todo al campamento antes de que anochezca, descargamos el resto del material en un lado de la orilla. El martes será otro día...

Tyrolienne

Los barcos deciden zarpar al día siguiente a las ocho de la mañana, así que tenemos la opción de dormir a bordo una noche más. Es la opción preferida por todos, ya que es la última oportunidad de secar la ropa al calor de la estufa de los barcos. Bueno, por todos menos por un valiente (¿o temerario?): Gilles, el realizador, prefiere quedarse en la carpa desde esa misma noche. Es para afrontar el brutal viento que sacude la lona de la carpa y el rabioso chisporroteo de la pertinaz lluvia. ¡Hay mejores formas de pasar la noche!

Martes 17 de enero

Los cuatro barcos sueltan amarras uno tras otro y maniobran lentamente. Uno a uno van saliendo hacia el oeste, abandonando nuestra pequeño seno. Van a tomar la misma ruta que a la venida, dado que en el océano todavía hay un fuerte oleaje. Nos quedamos abandonados a nuestra suerte, por dos meses, en un estado de aislamiento que nos hemos impuesto libremente.

Y, aunque todavía estemos lejos de estar bien instalados, empezamos la exploración. Arnauld, Stéphane, Laurence, Vincent, Joël y Laurent hacen una salida de reconocimiento al otro lado de la cresta que nos oculta, hacia el oeste, las inmensas moles de caliza que conforman el norte de Madre de Dios. Por la noche vuelven con buenas noticias. A tres horas de aquí, han reseguido una ancha franja de arenisca que tiene, a lado y lado, una zona de caliza. Los riachuelos que la drenan vienen tanto de un lado como del otro, pero van siempre hacia la zona de caliza. Una vez abandonan el área de arenisca, las aguas desaparecen. Han visto tres sumideros principales. Uno de ellos ya había sido identificado en la foto satelital. Hay varias simas para descender. En resumen: hay tela que cortar.

Perte
Prospection

En el campamento, todo el mundo se mueve. Hoy hace mejor tiempo. Por los claros que a veces se abren entre las nubes que galopan por el cielo, hasta llega a asomarse el sol y nos regala algún que otro rayo. Una ladera se ilumina y toma los colores del lugar, mientras que miles de espejos se toman el mar. Levantamos los ojos de nuestras tareas para disfrutar estos pequeños momentos de felicidad. Luego, todo vuelve a ponerse ceñudo y nos enfundamos rápido las chaquetas impermeables para capear los chaparrones, que vuelven a hacer acto de presencia. Se tarda dos horas en subir por la tirolina, de cinco en cinco, las 51 planchas de terciado que serán las paredes de nuestra cabaña. Todavía quedan bidones, cajas, montones de cosas. Todo esto dura hasta el anochecer. Solo queda parte de la leña para la estufa, que se irá montando a medida que la vayamos necesitando. Al fondo del seno hemos amarrado nuestra flotilla compuesta por los cinco Bombard. El material de buceo también lo dejamos en el borde costero. Florian, Denis, Cecilia y Georges se encargan de ir fijando los pies metálicos que soportarán las vigas del suelo de la cabaña, algo nada fácil sobre un terreno compuesto por dos riberas rocosas desiguales separadas por una zona pantanosa de dos metros cincuenta de ancho, donde uno se hunde hasta las pantorrillas.

Preneur d'images

Por la noche regresa el mal tiempo. Nos amontonamos calientes y secos en la carpa-comedor, cuales sardinas en lata, alrededor de las mesas más o menos cojas, sentados sobre unos bancos que están de todo menos horizontales. Richard ha conseguido la proeza de cocinar para veintiséis en estas difíciles condiciones. La noche es agitada. Sobre las plataformas, las carpas de tocan y les entra el agua.

Durante este tiempo, continúa la saga de la carga con el material de cine que debería llegarnos por barco. Hoy se ha desaduanado en Punta Arenas, adónde se ha desplazado Marcelo. Hay 48 nudos de viento en Puerto Natales, así que el puerto permanecerá cerrado hasta el viernes. La solución es que Francisco envíe la carga hasta Puerto Riquelme, donde la cargará el don Arturo. Entre las once del viernes y las doce del sábado, debería presentarse una ventana de buen tiempo que permitiría entrar en el Barros Luco el tiempo suficiente para descargar antes de partir cuanto antes.

Miércoles 18 de enero

Un equipo sale hoy por tres días para montar un campamento avanzado en la zona reconocida el día anterior y poder lanzar así las primeras exploraciones subterráneas. ¡Esto empieza a tomar forma!

Massif karstique

El campamento base es la colmena habitual. En cuatro días la cabaña tendrá que estar operativa. Con sus cuarenta y un metros cuadrados de superficie, un espacio seco, aislado, caliente, con un suelo plano, una ducha, una cocina y una estación satélite potente apuntando hacia el mundo... ¡nuestra vida va a cambiar de golpe!

Pero, de momento, para nosotros, que aguantamos estoicamente bajo la incesante lluvia, esto no es más un sueño lejano al que nos aferramos con los pies enterrados en el barro...


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